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jueves, 3 de abril de 2014

Genesis

Año 1499.

 Una terrible tormenta se desató casi inesperadamente. Aquel otoño no había sido más que una extensión de un caluroso verano, por eso extrañó en el monasterio que de manera improvisada comenzase a diluviar como si el mismo Noé fuese a zarpar de nuevo en su arca. La oscuridad invadió todo y pronto la única luz que inundaba el cielo era la de los rayos que iluminaba a trompicones el cielo.
-Recemos hermanos.-alzó la voz el prior.-Este es un aviso de Nuestro Señor por nuestros pecados…-la proximidad del cambio de siglo provocaban en el anciano un estado de ansiedad importante. Las profecías sobre el fin del mundo lo convertían en un ser temeroso de un castigo divino, por eso ante cualquier hecho extraordinario de la naturaleza reunía a los suyos con prontitud en el templo para rezar, y cantar alabanzas hacia el Supremo.
Toda la comunidad había sido reunida en la capilla, como otras tantas veces tras tener que abandonar sus quehaceres diarios, al prior no le gustaba que no fuesen con prontitud a su llamada. Estaban todos, menos Elías, el hermano mendicante que cada día enviaban a la ciudad en busca de una fuente de ingreso extra, pues pese a autoabastecerse con los diferentes cultivos, y la venta de los caballos pertenecientes a su cría equina, recurrían a la caridad para cubrir otras tantas carencias del monasterio como diferente clases de reparaciones. No temieron por él porque durante su vida de seglar antes de ingresar en la orden, había sido miembro de los tercios militares al servicio de la corona de Castilla y sabía cómo sobrevivir. Una simple lluvia no era nada para un hombre que antaño había sobrevivido a duras batallas.
Cuando llevaban más de dos horas sin parar de rezar, el sonido bronco de la puerta al abrirse de golpe sobresaltó a los hermanos quienes pese al voto de obediencia giraron sus cabezas hacia aquel punto. En un principio muchos pensaron en que la fuerza del viento había sido la causante de la apertura, pero más se sorprendieron al ver al hermano Elías chorreando mientras sostenía un bulto entre sus brazos.
-Hermano prior, tenemos que hablar.-se dirigió con voz potente el hermano mendicante.

Como si supiese de lo que se trataba el gesto del prior se tornó sombrío.

(Capítulo extraído de la novela Ulremag)

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