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martes, 26 de julio de 2016

Mala conciencia (Capítulo 11 de SERIOpata)


CAPÍTULO 11

La perfección solo existe en las películas, o al menos hubiese existido para mi si no hubiese recibido la llamada de Nacho nada más llegar a casa. Había cometido el fallo, si se pudiese considerar como tal, de dejar el móvil cargando en casa. Tenía poca batería y no tenía sentido llevarme un trasto como aquel para nada. Además, la única persona que necesitaba contactar conmigo de urgencias era el comisario y él precisamente iba conmigo.
Había sido un día excelente. La familia de Paco era encantadora. Su mujer, Carmen, no dejó de cebarme con tortilla, filetes empanados, huevas aliñadas y otras delicatessen mientras tomamos el sol. Con su buena voluntad pretendía subirme de peso aquel día, según ella, para que los hombres tuviesen donde agarrarse. Aunque he de reconocer, pese a la vergüenza que me dio conocer al sobrino del comisario, Ernesto fue lo que convirtió aquel día en algo especial. Era un hombre de mi edad, algo más alto que yo, y muy parecido al actor de la película “El Niño”. Además, poseía un alto nivel cultural, sin descuidar un encanto personal innegable...Cualquier apelativo creo que queda corto.
La carne es débil, mucho más ante tales compañías. Tal vez en este momento puedan tacharme de casquivana, pero muchas hubiesen obrado igual que yo. Lo besé. Cádiz me seguía cambiando, yo jamás antes hubiese actuado así. Aunque lo mejor fue cuando me pidió vernos de nuevo. Me prometió mostrarme los lugares con más encanto y magia de la Tacita de Plata.
—¿Dónde has estado? —me apremió Nacho nada más descolgar el teléfono. —Me he llevado toda la tarde llamándote.
—Lo siento, pero no me llevé el móvil. Tenía poca batería y lo deje cargando.
—Eso no ha respondido a mi pregunta ¿Dónde estuviste? —insistió.
—El comisario me invitó a ir con su familia a Conil.
—Podrías haberme avisado. Me has tenido muy preocupado.
—Lo siento, pero fuiste tú quien me pidió quedar mañana...
—Cierto, pero al final me mi madre se encontraba mucho mejor de lo que esperaba—argumentó a su favor. —Actúas como todo el mundo. Has acabado por darme la espalda...
—¿Quieres qué quedemos ahora? Me visto y paso a buscarte—quise remediar el entuerto.
—No—se mostró seco.
—Discúlpame de verás, no pretendía que te enfadases...
—Mañana te llamo y hablamos—fue su forma de despedirse.
Me sentí francamente mal. No solo por haberlo dejado en la estacada. No me habría costado nada llamarlo para avisarle de mi intención de salir. Me comporté como el resto de las chicas con él. Y lo peor de todo era que lo había engañado. Tan solo había sido un par de besos con el sobrino del comisario, pero lo peor de todo era que no había tenido cargo de conciencia al hacerlo. Tan siquiera pensé en ese momento en Nacho.
Comencé a plantearme si realmente tenía que sentirme mal. Oficialmente tan siquiera éramos novios aunque hasta entonces habíamos actuado como tal: lo había invitado a mi casa, había dormido abrazada a él, e incluso habíamos hecho el amor en más de una ocasión.
Antes de dormir me volví a duchar, me sentía sucia tanto mentalmente como físicamente. Me había comportado como si fuese una “cualquiera”. No quise dormir sin haberle escrito un mensaje:

“Siento lo sucedido hoy.
Mañana te compensaré.
Te quiero.”


Pese a haberle escrito algo que tan siquiera sentía al final del mensaje no obtuve respuesta. Lloré durante toda la noche hasta que logré conciliar el sueño.

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